Aquella bici nunca me gusto, no era la que yo había pedido, el pedal pegaba en el guardacadena y al andar hacía clon, clon…
Pasaron los meses, era el día siguiente a la verbena de San Juan. Me dirigía al patio donde todos los niños dejábamos las bicis. Pedrito, el hijo del de la Agraria, venía gritando, le habían robado su BH. Yo, para que negarlo, me alegré, el era un niño mimado y engreído. Pero cuando llegue al patio me quedé desolado, tampoco estaba mi Abelux. ¡También me habían robado!
A partir de aquel momento cuando quería ir algún sitio tenía que ir andando y no paso un solo día sin que me acordara de mi Abelux. ¡Hay si tuviera mi Abelux!
Aquella mañana aprendí dos lecciones que me han sido de gran utilidad en mi vida. Nunca desees nada malo a lo demás y aprende a valorar lo que tienes.